Bonito paseo por las inmediaciones del Barranco de la Hoz
Una vez más, el grupo de senderismo se resistió a suspender la excursión a pesar de unas previsiones meteorológicas poco halagüeñas en la zona, que se mantuvieron hasta el último momento. Un total de 15 aventureros tomaron el autobús a primera hora de la mañana, puntuales pese al cambio horario, con ganas de descubrir una de las zonas más bonitas de Guadalajara. Por el camino, la nieve ligera y el cielo gris les hicieron pensar que la borrasca Hugo podía hacer de las suyas.
Comenzaron la marcha hacia el barranco desde la plaza de Corduente, con el cielo cubierto pero sin frío. Bajo sus pies, el molesto barro les obligaba a improvisar un poco el itinerario por la linde de la pista. El recorrido, fácil y cómodo, les condujo, atravesando un pinar, a la maravilla geológica del Barranco de la Hoz, una fotografía en la piedra del paso del agua a través de los siglos. Tanto los que conocían el paisaje como los que lo visitaban por primera vez se mostraron sorprendidos por la grandiosidad del cañón y disfrutaron sin prisa de los miradores, las cuevas y las espectaculares vistas. Las escaleras, horadadas en la piedra, que llevaban al santuario de la Virgen de la Hoz, estaban mucho más transitadas que el resto del trayecto, donde no encontraron más que un par de caminantes. Como buenos domingueros repusieron fuerzas en el bar y continuaron la marcha. Hubieron de recorrer varios cientos de metros por la carretera, hasta tomar una senda a la altura del monumento a los forestales. El color de la arcilla ferrosa de los primeros kilómetros fue sustituida por la pizarra, tan típica de los pueblos negros. Hacía ya tiempo que la sonrisa se había dibujado en el rostro de los senderistas, que llegaron sin demasiado esfuerzo hasta Corduente, donde fueron recibidos por la amable tabernera del bar del pueblo, que les permitió asentar el campamento y tomar el bocadillo, aderezado por un rico vino joven y por unos boquerones en vinagre sabrosos y tan bien aderezados que se ganaron el aplauso de los exigentes paladares allí presentes. Animados por el buen ambiente, charlaron sobre tradiciones, especialidades gastronómicas y lugares por descubrir, tomando buena nota de todas ellas.
Aprovecho estas líneas para aclarar que la ermita de Montesinos, a la que nos referimos en varias ocasiones a lo largo de la caminata, se encuentra en el término municipal de Cobeta, a la orilla del Río Arandillas.