Especial COVID-19: La crisis del coronavirus: una oportunidad para cambiar el modelo de atención al paciente
Atención Primaria Rural
Dolores Jiménez del Val
COL nº191902010
La Dra. Dolores Jiménez del Val ha vivido el confinamiento en el centro de Salud de Alcolea, donde habitualmente ejerce su profesión como médico de familia. Como en todos los ámbitos, el ejercicio de la Medicina Rural ha cambiado mucho en los últimos meses. La presencia física de los pacientes en consulta se ha reducido sustancialmente y el vis a vis se ha sustituido por el teléfono, un experiencia forzosa que a juicio de esta médico de familia va a marcar un antes y un después en lo que se refiere a la relación con los pacientes.
Charlamos con una mujer a la que esta crisis, como a muchos, pilló desprevenida. En su caso, el desconcierto inicial se unió a que dos compañeros del centro de salud estaban de baja por Covid en las primeras semanas, lo que multiplicó la carga de trabajo de los otros dos facultativos que permanecieron en el centro: “en las primeras semanas vivimos en primera persona la falta de material y falta de información. Nos llegaba mucha información, a veces un tanto controvertida y también la sorpresa de que no nos hicieran pruebas, a pesar de haber auscultado a dos compañeros que estaban enfermos. Mientras no hubiera síntomas, el protocolo era que siguiéramos trabajando”. La escasez de material se suplió con la solidaridad de la gente, que donó material de protección, una empresa de construcción les hizo llegar mascarillas de FPP2, hubo mujeres que cosieron mascarillas, la madre de una enfermera les hizo llegar buzos y una empresa de limpieza les donó algunos productos de desinfección. Así, y con algunos EPIs que quedaban de cuando hubo la Gripe A, pudieron protegerse del coronavirus. A ello se unió la colaboración por parte de los ayuntamientos y del GEACAM, que colaboraron en las labores de desinfección. Ante tal respuesta ciudadana, María Dolores no tiene más que palabras de agradecimiento: “los pacientes han reaccionado ante el confinamiento de una manera ejemplar y han entendido perfectamente las prioridades, así como la nueva manera de atención, fundamentalmente telefónica”. La labor de Atención Primaria durante esta crisis ha sido de contención,
evitando el colapso de los hospitales y atendiendo telefónicamente a los pacientes y haciendo un seguimiento de los
casos” Desde fuera, uno podría pensar que reducir la presencia traería consigo una reducción del trabajo, pero más bien ha sido lo contrario: “estar toda la mañana al teléfono es más duro de lo que parece. Además, teníamos que hablar con personas que estaban confinadas viviendo situaciones de miedo y de ansiedad y sin saber muy bien a qué nos teníamos que atender”. El Centro de Salud de Alcolea tiene una particularidad, y es que al estar cerca de la carretera, recibe mucha gente de paso, como camioneros, sobre todo en el servicio de urgencias.
Durante la pandemia, algunos transportistas pararon en el C.S., refiriendo síntomas de coronavirus y a todos ellos se les atendió ya que el servicio de urgencias permaneció abierto durante todo el estado de alarma. A todo ello se unieron algunos pacientes desplazados, que al filo del confinamiento decidieron “volver al pueblo”, a los que también hubo que prestar servicio: “han sido unos meses agotadores, con mucha carga de trabajo”. Y no solo eso, después de la jornada laboral, la doctora volvía a casa, con el miedo de poder contagiar a su familia, tomando medidas de aislamiento excepcionales. En el caso de María Dolores, comía en un horario distinto a su familia, dormía en una habitación diferente y usando mascarilla en su domicilio, con la incertidumbre de haber estado en contacto con el virus y poder transmitirlo: “llegó un momento en que el cansancio era tan intenso que llegué a pensar que podía tratarse de un síntoma, ya que se empezó a hablar de astenia como síntoma de la enfermedad, con lo que se incrementaron las dudas”. Sin embargo, una vez que los casos detectados estuvieron controlados, el medio rural se convirtió en una isla “libre de covid” gracias a la responsabilidad de los ciudadanos. El miedo ahora, se centra en los veraneantes y vecinos de fin de semana, que muchas veces vienen a los pueblos a liberarse de las mascarillas y otras medidas de protección: “hemos hecho una carta para todos los que vienen a los pueblos, concienciando de la necesidad de no bajar la guardia ante la enfermedad y seguir prestando atención a las medidas de distanciamiento social e higiene, para que la gente no olvide que el virus está en la calle y que es nuestra responsabilidad cortarlo. En los pueblos hay que llevar mascarilla y no vale todo. Y debemos recordar que las localidades a las que vuelve la gente, no son las mismos que antes que la pandemia y el día a día también ha cambiado en el mundo rural”.
A nivel profesional, la Dra. Jiménez del Val considera que esta crisis ha puesto de manifiesto que la Sanidad está bajo mínimos, por lo que es necesario recordar a los políticos que centren sus esfuerzos en lo que verdaderamente importa y se invierta que los médicos estén protegidos frente al contagio, sin tener que invertir recursos individuales o echar mano de la solidaridad ciudadana. Los aplausos, las palabras de agradecimiento y las muestras de cariño
por parte de la población compensan, en parte, esa sensación de desencanto por la desprotección y la falta de medios
humanos que María Dolores ha vivido en primera persona, pero la doctora cruza los deseos y espera y desea que no tengamos que hablar de repuntes y rebrotes y que el coronavirus haya servido como reflexión para profesionales, políticos y administraciones.