Especial COVID-19: La pandemia como reafirmante de la vocación por la Medicina de Familia
Médicos en formación
Javier Prats Ulloa
COL nº191904193
Si en algo coinciden la mayoría de los profesionales sanitarios y la población en general es que nadie tenía en sus planes vivir una emergencia sanitaria de estas dimensiones a lo largo de su vida. En el caso de Prats, residente de Medicina de Familia de primer año, vivió la excepcionalidad del Estado de Alarma desde la perspectiva de un médico que acababa de incorporarse a la formación como residente, con lo que ello supone de inexperiencia en la profesión, nervios y carga de trabajo. A mediados del mes de febrero comenzaron a suspenderse congresos y reuniones formativas pero en el hospital todo continuaba como antes, con las rotaciones habituales. Fue con el Estado de Alarma cuando se suspendieron las rotaciones y cada residente tuvo que volver a su servicio, según nos cuenta Javier: “de un día para otro se suspendieron las rotaciones y no sabíamos a dónde teníamos que ir. En el caso de Medicina de Familia, donde somos muchos residentes, no todos podíamos volver a nuestro centro de salud, por lo que esos primeros días estuvieron protagonizados por la confusión”. Muchos de los residentes fueron derivados a Medicina Preventiva a hacer encuestas epidemiológicas de contactos, otros fueron ubicados en Salud Laboral y el resto en Medicina Interna, Neumología o volvieron a su propio Centro de Salud, donde había un volumen alto de trabajo, ya que el aumento de casos se unió a las bajas, tanto de médicos adjuntos como de compañeros residentes.
Surgió lo que se llamó “rotación COVID” que se mantuvo mientras el apoyo fue necesario en los servicios más saturados y más adelante se les fue reubicando según las necesidades, pasando de la urgencia a las plantas de hospitalización y más adelante a los centros de salud. En definitiva, los residentes se convirtieron en un gran apoyo ayudando en todo aquello en lo que fue necesario. Una tarea que no fue fácil ya que no había precedente de una enfermedad como la Covid-19, que no se sabía cómo se comportaba, cómo evolucionaba o cómo respondía ante los tratamientos: “era muy duro hablar con pacientes que parecía que estaban bien y días después sabíamos que habían fallecido en el hospital. De un día para otro los pacientes empeoraban y tomabas conciencia que la vida se puede ir en muy poco tiempo, algo que a nivel anímico ha sido muy difícil”. Una sensación a la que no quedaba más remedio que sobreponerse, ya que había mucho trabajo por hacer, hubo que aumentar el número de guardias y las necesidades iban in crescendo durante el pico de la pandemia. En el caso de Javier, enfermó a finales de marzo y tuvo que permanecer aislado, algo que sucedió a un alto número de compañeros: “teníamos mucha incertidumbre y cuando alguien se contagiaba, hacíamos un mapa de contactos, intentando descubrir dónde se había podido contagiar para detectar un patrón que nos permitiera estar más protegidos al resto”.
Javier nunca imaginó que tuviera que pasar por algo así a lo largo de su vida profesional: “no hay precedente de una crisis de esta magnitud y mi sorpresa fue máxima, sobre todo pensando en todos los medios que tenemos ahora han sido inútiles a la hora de controlar la expansión de una pandemia que ha paralizado la economía a nivel mundial”. La sensación de Javier es la de que no hemos sabido controlarlo desde el primer momento: “la Medicina es capaz de tratar las enfermedades que ya conoce, el problema es que la covid-19 era una enfermedad completamente nueva y no se sabía ni cómo tratarla ni cómo prevenirla”. En este sentido, recuerda que la Medicina debe centrarse ahora en la prevención y la sociedad debe tomar conciencia de la necesidad de protegerse ante este nuevo virus, tomando medidas hasta hace poco impensables: “nadie imaginaba que tuviéramos que llevar mascarilla para un acto tan cotidiano como ir a comprar el pan. Ahora mismo y hasta que haya una vacuna, tenemos que acostumbrarnos a convivir con el virus y aprender a protegernos de él”.
Este médico en formación no tiene claro si estaría preparado para revivir esta pesadilla a nivel emocional, pero asegura que haberse sentido útil en esta pandemia ha sido muy gratificante: “ha sido mucho esfuerzo y mucho cansancio. Hemos vivido momentos duros, pero también hemos crecido como compañeros, hemos aprendido a cubrirnos, a preocuparnos por el prójimo y nos hemos reforzado como colegas”. No sólo eso, la pandemia ha reafirmado la vocación de Javier por la Medicina y ha podido ver claramente la importancia de remar todos en la misma dirección: “en situaciones excepcionales, en lo que lo que está en juego son la vida de las personas y mantener la sociedad tal y como la conocemos, hay que estar lo más unidos posibles a nivel profesional, político y de gestión, dándolo todo y trabajando en equipo”.
Nos quedamos, por tanto, con un mensaje positivo, el de que la capacidad de cooperación de la sociedad puede ser muy beneficiosa para el bien común, dejando a un lado aquello que nos separa y centrándonos en un objetivo, que en este momento es compartido por toda la humanidad, el de un mundo libre de COVID-19. Ojalá Javier no tenga razón y podamos hablar de una vacuna más pronto que tarde. Crucemos los dedos.