Especial COVID-19 Segunda Ola: Los mayores, las grandes víctimas de la pandemia
Geriatría
Juan Rodríguez Solís
COL nº 191903179
Charlamos con Juan Rodríguez Solís, Jefe de Servicio de Geriatría, una de las especialidades más afectadas por la pandemia de SARS-CoV-2, para conocer cómo se vivió esta situación desde dentro. ¿Cómo empezó todo?
Empezamos a mediados de marzo aproximadamente. Veíamos un incremento progresivo de pacientes con coronavirus en otros servicios como Medicina Interna o Neumología. También nos llegaban noticias de Madrid, donde se empezaba a ver un incremento en el número de casos, también en servicios de Geriatría. Con los primeros casos en residencias, se empezó a plantear un plan de actuación a nivel de la Dirección-Gerencia, que he de decir que siempre nos ha apoyado, para ver cómo actuar ya que sabíamos que las residencias eran un lugar muy vulnerable por el tipo de personas que viven allí y la falta de medios, un problema que viene de lejos. Se empezó a elaborar un plan sin ser demasiado conscientes de lo que se aproximaba y comenzamos a trabajar de forma muy limitada con esos centros dados los recursos de los que disponíamos. A pesar de ello, visto con perspectiva, no sé si podríamos haber hecho mucho más porque en el hospital se nos vino encima una auténtica hecatombe. De hecho, Geriatría tuvo que transformarse en un servicio casi al completo de pacientes COVID, de todas las edades, como ocurrió en otros servicios como Medicina Interna o Neumología además de Cuidados Intensivos, Anestesia y el propio servicio de Urgencias. No puedo dejar de mencionar otros compañeros de especialidades que sin tener atención directa a pacientes COVID, arrimaron el hombro para echar una mano a los servicios con atención directa a pacientes con coronavirus. Como saben, el HUGU se convirtió en un hospital monográfico de coronavirus, por lo que tampoco pudimos actuar como habríamos querido en las residencias. Además, la alta incidencia del coronavirus en nuestra plantilla (60% de afectados) complicó aún más el manejo de la pandemia.
Desde otros servicios, especialmente desde Atención Primaria, se ha hablado de esa labor coordinada con Geriatría: ¿en qué consistía exactamente?
Nosotros tenemos una unidad de coordinación para las residencias y la Atención Primaria desde hace años que funciona como un nexo de unión y continuidad, una línea directa en horario de mañana. Aprovechamos esta estructura para utilizarla en estas circunstancias y además tuvimos que elaborar un protocolo de actuación en las residencias para los pacientes que tenían coronavirus y protocolizar cómo intervenir en esas circunstancias y qué hacer cuando no era necesario enviarlos al hospital.
Además, empleamos gran parte de la jornada de tarde en esta labor, ampliando el horario de atención telefónica hasta las 22:00h para dar cobertura a las residencias o enviar medicación hospitalaria. En eso consistió la coordinación inicial hasta que elaboramos un protocolo mucho más desarrollado en base a un piloto de intervención en centros residenciales que habíamos llevado a cabo hace dos años. Este segundo protocolo, que se puso en marcha a finales de junio, contemplaba la asistencia presencial en las residencias, con equipos de cuatro geriatras y tres enfermeras, lo que mejoraba sensiblemente la atención.
Se ha hablado mucho de los mayores como los más afectados por esta pandemia ¿verdaderamente el coronavirus ha sido tan fulminante con ellos?
Sí, la verdad es que cuando revisas un poco los datos a nivel nacional, es demoledor, pero no solo en España. Por ejemplo, Canadá ha tenido más mortalidad en residencias que España o Bélgica que está en tercer lugar… y en general en todos los países desarrollados ha habido una afectación tremenda de las personas que viven en residencias. Y sí, es verdad, han sido las grandes víctimas de todo esto.
Ya pensando en el futuro: ¿dónde deberían centrarse los esfuerzos?
El modelo residencial está infradotado tanto a nivel de personal como a nivel económico y es un modelo que probablemente haya que cambiar porque hay mucha gente que no cree en él. Esta crisis ha demostrado que está mal diseñado para este tipo de situaciones y probablemente van a seguir surgiendo epidemias de este tipo. El problema es muy complejo, hasta el punto de que como sociedad tendremos que plantearnos qué queremos hacer con nuestros mayores. En 25 años, el grupo de población de mas crecimiento será el de mayores de 80 años y de aquí a entonces tenemos que plantearnos muchas cosas aparte del modelo residencial: dónde quieren pasar sus últimos años, en una residencia o en su domicilio, con más apoyo formal e informal… Es un tema tan complejo que carece de una respuesta sencilla
¿Cree que la sociedad está preparada en este momento para abordar ese tipo de debate?
Yo creo que es el mejor momento posible, porque hemos visto las consecuencias. Los geriatras llevamos viendo este tema desde hace bastante tiempo. En los últimos años, el perfil de los residentes ha ido cambiando y cada vez son más complejos, con más enfermedades crónicas, con más medicación y esto se va incrementando. Los que estamos implicados en este mundo nos damos cuenta de que esta situación es insostenible.
A los efectos adversos de la enfermedad se ha unido el aislamiento provocado por el confinamiento, ¿se ha observado un empeoramiento de otras patologías como consecuencia de la soledad?
Claramente es así. La gente ha cogido miedo a venir a los hos pitales y se ha estado aguantando sus enfermedades y sus síntomas en el domicilio, algo que no solo ha sucedido con los mayores sino también con los adultos más jóvenes. Pero en concreto, en el caso de los mayores, el aislamiento ha sido especialmente perjudicial: muchos de ellos han dejado de recibir el estímulo de las visitas de sus familiares, o la fisioterapia que requerían cuando estaban en las residencias, o poder pasear por la calle. Si lo analizamos, ha sido el grupo de población que más se ha visto afectado por el confinamiento a pesar de ser un grupo de población que necesita ese estímulo físico y mental tanto o más que cualquier otro grupo de edad . A día de hoy sigue habiendo muchas residencias que mantienen confinados a los residentes aunque el estado de alarma no esté en vigor, pero los mantienen aislados y con visitas muy limitadas, algo que es muy perjudicial para ellos.
A raíz del confinamiento, por ejemplo, hemos visto demencias que han avanzado muy rápidamente. No son problemas nuevos sino que dan la cara más abruptamente.
Si tuviéramos que comparar la actividad del servicio de Geriatría con hace un año… ¿en qué ha cambiado?
Ha cambiado en todo. Ahora mismo, cada vez que tenemos un cuadro infeccioso pensamos inmediatamente en el coronavirus y cuando das el alta a un paciente, hay que pensar en qué condiciones se va a su domicilio, a una residencia, si sus familiares pueden hacerse cargo de él o si están confinados… Por otro lado, en nuestro trabajo diario estamos permanentemente pensando en nuestra protección individual, es un cambio radical y absoluto respecto a hace un año.
Centrándonos de nuevo en esos meses ¿cómo lo vivió desde el punto de vista personal?
Todos estábamos en estado de shock, sin conocer los pasos a seguir, sin protocolos y enfrentándonos a una enfermedad completamente nueva, sin tratamientos establecidos, utilizando lo que iba surgiendo en nuevos artículos científicos con propuestas que pudieran aportar algo al enfermo… pero por otro lado también con muchas ganas de ayudar. En Geriatría los médicos residentes o el personal de enfermería se comportaron de una manera ejemplar y valerosa, sobre todo teniendo en cuenta los medios tan limitados con los que contábamos. Fueron momentos muy agridulces en los que se mezclaba el dolor y la impotencia con ese llamamiento de la sociedad que nos daba un impulso especial para intentar estar a la altura. Pero han sido tantos meses que ahora nos pilla en una situación diferente, muy cansados y con dificultad para ver el final.
Tenemos la sensación de que estamos en un carrera de fondo en la que todos estamos reservando nuestras fuerzas ¿cuál es la sensación desde dentro?
Hemos vivido la segunda ola con una mezcla de desánimo y con sensación de desesperanza, de que hemos perdido una oportunidad. Al principio puedes justificar la sorpresa e inexperiencia pero tras la mejoría a principios de verano tenemos la impresión de que no ha servido de nada todo lo que aprendimos en primavera y que nos ha cogido otra vez el toro. El futuro probablemente esté en las vacunas, que están más cerca que lejos… pero el día a día te deja un poco vacío y es difícil ver el final, aunque espero que al terminar la próxima primavera podamos hablar de una situación completamente diferente. Aun así, ahora que estamos metidos en esta vorágine de nuevo, la sensación no es muy buena.
¿Qué mensaje mandaría a las personas mayores?
Tienen una entereza y una capacidad de sacrificio…, nos dan continuamente lecciones de vida. No me atrevo a darles un mensaje sino a aprender una vez mas de ellos. Simplemente asegurarles nuestro compromiso con su bienestar y que sean tratados lo mejor posible y sobre todo, con la dignidad que se merecen.
Esta entrevista fue realizada el 21 de octubre de 2020