Especial COVID-19: SARS-CoV-2, el virus que nos recordó la vulnerabilidad del ser humano
MIR Neumología
María Castillo García
COL nº191904120
María Castillo ha vivido la pandemia como residente de tercer año en el servicio de Neumología, una de las especialidades más implicadas en la lucha contra el coronavirus, que sorprendentemente ha pasado la pandemia sin tener que lamentar ni un solo contagio.
La clínica de la Covid-19 era principalmente respiratoria, por lo que desde el principio, la protección fue una prioridad. Se habilitaron más despachos para evitar en contacto entre profesionales, no comían juntos y para atender a los pacientes iban enfundados de la cabeza a los pies, una serie de precauciones que jugaron un papel fundamental a la hora de proteger al equipo.
Durante estos meses, María ha estado lejos de su familia, que reside en Almería, poniéndolo todo de su parte en una
situación extrema que la ha puesto a prueba como profesional cuando todavía se encontraba en un período de formación. Su cronología personal comienza con un período de aislamiento, ya que María atendió a uno de los primeros pacientes con coronavirus en Guadalajara. Cuando se reincorporó al trabajo, con el Estado de Alarma ya decretado, se encontró con una situación muy diferente a la que había dejado: si lo habitual era tener 20 pacientes ingresados en planta, cuando volvió había 120: “para mí fue un shock verlo de repente”. Allí se encontró mucho estrés y preocupación, pero se adaptó rápidamente: aprendió a ponerse el EPI, empezó a ver pacientes y a hacer guardias de Neumología para ayudar en la UCRI, dado el alto número de pacientes ingresados con necesidad de respirador, una tecnología con la que otras especialidades no están tan familiarizados.
A María, como a otros muchos médicos, le tocó aprender durante el camino: “ha sido tanto trabajo y hemos hecho tantas guardias que casi no tenías tiempo de pensar en lo que estabas viviendo, trabajábamos casi como autómatas y en realidad, si hubiéramos tenido tiempo de reflexionar nos habríamos venido abajo”.
Sin tiempo para pensar en cansancio, María del Castillo estuvo allí donde se la necesitó: “haciendo lo que tenía que
hacer”. En aquellos días, pasaba más tiempo dentro del Hospital que fuera y cuando salía, evitaba hablar de lo que había visto dentro: “la gente no era consciente de lo que se estaba viviendo en los hospitales. Se ha sacado mucho el aplauso, pero no se han mostrado los momentos más duros y las experiencias más difíciles se han dejado de lado. Hemos vivido situaciones muy complicados que espero no tengamos que volver a vivir.” Mientras tanto, en Almería, su madre vivía con preocupación el avance de la pandemia, ya que sus dos hijas la estaban viviendo dentro de un hospital, haciendo la residencia (su hermana pequeña es residente de primer año en Zaragoza). Según relata María, el ambiente entre los residentes estaba protagonizado por el estrés, pero sobre todo por el compañerismo y la unión y su caso, esta crisis le ha servido a poner en valor el sentimiento de equipo: “hemos tenido un servicio muy unido, hemos sido una piña y hemos trabajado mano a mano”. Además, el contacto diario con la muerte ha sacado su lado más humano: “he tenido que dar muchas malas noticias, hablar con familiares y ver cómo morían muchas personas, muchas más de las que había visto en toda la residencia”.
No solo con las familias, sino con los compañeros, ha aprendido a valorar las palabras de aliento, los abrazos, los mensajes de ánimo… A nivel personal, se lleva una lección, la de que el ser humano es vulnerable y espera que la sociedad haya aprendido a valorar el esfuerzo que los profesionales sanitarios hacen cada día por mejorar el estado de salud de los pacientes.