Problemas con los oídos
D. Antonio Herrera Casado, Médico cirujano, Especialista en Otorrinolaringología, escritor e historiador, Jubilado. (Publicación 02/10/2015).
Ese órgano diminuto y complejo, que en su maravillosa estructura reúne las tres capas fundamentales del cuerpo humano (endodermo, mesodermo y exodermo) y al que llamamos oído, tiene mil formas de enfermar y de causar problemas a la gente. Unas veces porque se infecta, duele y supura. Otras porque deja de funcionar y aparece la sordera que aísla al paciente de su entorno. Y otras más porque su alteración genera inestabilidad y vértigo.
De la amplia patología del oído, quiero ocuparme ahora exclusivamente de los problemas que en su conducto auditivo externo, el que conecta con el exterior a través de la oreja, se pueden producir. Y aconsejar para que esos problemas no se produzcan, sean mínimos, o curen rápidamente.
Uno de los más frecuentes es el “tapón de cera” que se suele formar en personas con especial tendencia a segregar ese producto al que llamamos “cera” y que con un olor peculiar sirve para proteger la piel del conducto. Si a ello añadimos ambientes pulverulentos (fábricas, carpinterías, minería) o entrada de agua, puede producirse el taponamiento brusco, que crea una sordera inmediata, y una desagradable sensación de ocupación que solo puede resolverse extrayendo el tapón, y que debe hacerlo un especialista mediante lavado simple con agua, o por aspiración cuidadosa del contenido.
Un poco más lejos, se puede llegar si –con tapón previo o sin él- alguien tiene la costumbre de rascarse con la uña, o incluso con algún clic, la piel del conducto. Porque la herida y muy especialmente la infección de la piel puede producirse enseguida. Incluso aunque no haya tapón de cera, la entrada de agua de baño, en piscinas y en el mar, especialmente, y aún más cuando el tiempo es caluroso y la piel está sudada, provoca una infección a la que llamamos “otitis externa” que a pesar de lo reducido de su localización va a producir síntomas intensos e insufribles: dolor localizado en el oído que asciende a la cabeza o baja a la mandíbula; sordera, zumbidos, fiebre, reacciones vegetativas con mareos y náuseas, etc. Esa afección, que puede ocurrirle a cualquiera tras hurgarse el conducto auditivo o por entrada de agua, requiere un tratamiento inmediato, que hoy se hace con el antibiótico selectivo, el ciprofloxacino, y sobre todo evitando la entrada de agua.
En el oído medio son también numerosos los problemas que pueden aparecer, especialmente en la infancia. Hay que considerar que el oído medio, ese espacio minúsculo que está detrás del tímpano, y que comunica con la nariz a través de la trompa de Eustaquio, está recubierta de mucosa de tipo respiratorio, y que en los niños con una trompa corta, horizontal y ancha, cualquier catarro nasal se traslada de inmediato al oído. De ahí esas otitis que los más pequeños sufren (la edad más habitual de presentación es entre los 3 y los 6 años) y que se caracterizan por dolor, más acentuado por la noche, lloro, intranquilidad, inapetencia, diarrea a veces, fiebre elevada, y sordera momentánea, acabando en ocasiones con la salida de un líquido amarillento o rojizo a través del conducto, como expresión de una infección culminada que se alarga por dos-tres días, y que conviene dejar bien curada, pues lo más peligroso de la otitis media de la infancia es su paso a la cronicidad.
Con antibióticos de amplio espectro (la amoxicilina es suficiente) y corticoides en dosis adecuadas durante pocos días, el problema se soluciona. Ah: Y con la aplicación de calor local, esos “paños calientes” que las madres saben cómo preparar y que se colocan encima de la oreja, transmitiendo enseguida una tranquilidad serena y recuperando el sueño.