Sosegado paseo por el GR-10
La cita senderista del mes de febrero nos lleva a la recóndita localidad de Huertapelayo. Tras una sucesión interminable de curvas, el autobús llegó al lugar donde debía comenzar la ruta, sin embargo, el grupo tuvo que demorarse un rato en indicar al conductor para salir de aquella carretera, que se había convertido sin quererlo en un callejón sin salida para nuestro medio de transporte. Con el inconveniente, comenzamos la marcha más tarde de lo deseado, sobre las 11:30h, con un sol espléndido y una temperatura de unos 10º. Nada más atravesar el Tunel del Portillo, que reza: “Alto Tajo, respetarlo todo y seréis respetado”,
pasamos por un pequeño puentecillo para salvar el Arroyo de la Vega y comenzamos a seguir las indicaciones del GR 113, que conduce al Puente de Tagüenza, un tesoro accesible solo a pie. Según cuenta Antonio Herrera Casado en su blog, este puente servía de comunicación entre las gentes del Señorío de Molina y las de la Serranía del Ducado, desde tiempos inmemoriales. Lo que pudimos contemplar ayer es una reconstrucción de la Diputación provincial, tras su destrucción en la Guerra Civil Española. El grupo se detiene un rato para contemplar la belleza natural del cañón del Río Tajo, las grandiosas paredes de piedra que lo protegen, el puente… y para recuperar las fuerzas tras el primer “arreón” del camino. Volvemos a la marcha, atravesando un bosque frondoso a través de una pequeña senda, en lo que supone en segundo gran esfuerzo de la mañana. Pronto aparece a la derecha el Prado Manzano, cuyas vistas nos acompañan mientras ascendemos de nuevo hasta una pista que no dejamos hasta llegar a la Ermita de los Santos, lugar donde reside la patrona de Buenafuente del Sistal. Allí interrumpimos de nuevo nuestros pasos para recuperar fuerzas, a escasos tres kilómetros del final de la ruta. Para entonces, el grupo se ha disgregado y mientras unos cuantos comen en la ermita, otros lo hacen en una fuente cercana, con un pequeño merendero. Vuelta al camino, que nos sorprende con un último desafío: una pendiente poco pronunciada pero sostenida, que se mantiene hasta que vemos, a lo lejos, Buenafuente del Sistal. Desde ahí tomamos una senda que nos conduce, cuesta abajo, al monasterio. Allí nos recibe un perro labrador, que se deja acariciar amorosamente. Encontramos la iglesia cerrada y nos ponemos en contacto con las monjas, que nos abren el templo y nos dejan contemplar la obra románica, monumento nacional, y beber de la Buenafuente, que se encuentra dentro de la iglesia. También accedemos a la capilla, donde la congregación cisterciense realiza habitualmente sus oraciones.
En total, contabilizamos 16 km de caminata, que realizamos en 5 horas, con un desnivel positivo acumulado de 753m. Puedes consultar la ruta completa AQUÍ
La próxima ruta nos conducirá al Castilla de Zafra, usado recientemente como escenario de la popular serie televisiva, Juego de Tronos.
|