Stop a la Obesidad Infantil
Dra. Dña. Nuria Esther Sanz Bonacho. Vocal de Administraciones Públicas del Colegio de Médicos de Guadalajara. Médico del Equipo de Valoración de la Dependencia de Guadalajara. (Publicación 09/10/2015)
La obesidad infantojuvenil constituye el trastorno nutricional más frecuente en las poblaciones desarrolladas. Su prevalencia ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, en especial en los últimos 15 años, en relación con los estilos de vida obesogénicos: excesivo consumo de alimentos hipercalóricos, de baja calidad nutricional y en proporciones grandes, acompañado de un descenso de la actividad física e incremento de las actividades sedentarias, como ver la televisión, los videojuegos y el ordenador.
La Organización Mundial de la salud reconoce la obesidad como una epidemia global y un grave problema de salud pública.
La obesidad exógena o simple constituye el 99% de los casos y sólo el 1% restante es debido a causas endógenas.
La obesidad se define como un aumento exagerado del peso corporal que implica un mayor riesgo de morbimortalidad en la edad adulta. Este incremento se debe al aumento del tejido adiposo, y de forma simple se puede decir que es el resultado de un desequilibrio entre la ingesta de energía y el gasto calórico, lo que se traduce en un aumento de energía no utilizada, acumulada en forma de grasa en los adipocitos.
Los hábitos nutricionales y el estilo de vida son fundamentales en el desarrollo de la obesidad. La ingesta de nutrientes con alto poder energético y el consumo de alcohol, asociados al sedentarismo, como el exceso de horas de televisión, que además se une a una ingesta de alto contenido calórico (“calorías basura”), como bollos, chucherías, constituyen un factor importante en el desarrollo de la obesidad. Factores psicoafectivos, como la inestabilidad emocional con un bajo nivel de autoestima pueden ayudar a su desarrollo. No podemos olvidar el “culto a la comida” como forma de relación social en nuestro país, que puede asociarse a un exceso de ingesta calórica.
Para luchar contra la obesidad se requiere la colaboración de familia, escuela, sociedad civil, ONG, sector privado, medios de comunicación, Organización Mundial de la Salud y Estados miembros.
En cuanto a las recomendaciones dietéticas, se aconseja aumentar el consumo de alimentos ricos en fibras, frutas, verduras, reducir el consumo de grasas saturadas, evitar el consumo de alimentos ricos en calorías, como zumos envasados, y fomentar la lactancia materna.
Se recomienda al menos 60 minutos de ejercicio físico moderado al día (juegos, deportes, desplazamientos a pie).
Se debe fomentar un estilo de vida saludable para toda la familia, como horario de comidas regular, sin picoteo, y reducir las porciones en las comidas, así como integrar la actividad física en las rutinas de la familia, buscando tiempo para dar paseos en familia o participar juntos en juegos activos.
En la escuela se debe fomentar la educación para la salud (hábitos de vida saludables, conocimientos de nutrición y control de la venta de productos poco nutritivos y bebidas calóricas) y la actividad física regular.
En cuanto a las intervenciones en la sociedad, hay que facilitar el desplazamiento en bicicleta o caminando, dotar de espacios para la práctica deportiva, y ajustar los precios en alimentos saludables.
No debemos olvidar el apoyo psicológico al niño o adolescente obeso cuando sea necesario.
En conclusión, todos tenemos una misión en esta lucha contra la obesidad infantil y juvenil y es responsabilidad de cada estamento que en unos años asistamos a la inversión de la tendencia. Por otro lado, no se debe olvidar que en este período de la vida, la corrección del peso con métodos excesivamente restrictivos y la supervisión insuficiente por parte del pediatra pueden conducir a trastornos nutricionales severos e incluso más graves que la propia obesidad, como la anorexia nerviosa y la bulimia.