Yo me he vacunado
Margarita Parrilla Rubio
Vocal de la Sección de Atención Primaria Urbana
Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Guadalajara
Vacunarse del Covid-19 es un ejercicio de responsabilidad personal y colectiva.
Desde la aparición de la primera vacuna de la viruela en 1796 (Edward Jenner), hasta 1880 (Louis Pasteur), no se volvieron a descubrir otras vacunas hasta la época más moderna con la vacuna contra el Cólera Aviar y el Antrax.
Las vacunas han servido a lo largo de la historia para poner freno a infecciones (epidemias, pandemias), morbilidad (gravedad de pacientes enfermos) y de letalidad (muertes) debidas a la enfermedad para la cual se vacunaba. Hay enfermedades erradicadas (viruela) y otras a punto de erradicarse (poliomielitis), gracias a las campañas de vacunación vigentes.
Esto sucede tanto en medicina humana, como en medicina animal, donde son importantísimas también las vacunas.
La investigación y desarrollo de una vacuna ha cambiado a lo largo de los años, igual que hemos cambiado nuestro modo de vida. Lo que a Jenner le costó años de investigación, en la actualidad, en meses somos capaces de solucionarlo.
Asimismo, el mecanismo de acción de las vacunas ha cambiado radicalmente.
Desde la inoculación de gérmenes vivos, que reproducen la enfermedad, virus vivos atenuados, o virus muertos, todo ello para que el sistema inmune se active y cree anticuerpos, hasta el mecanismo de acción más moderno, la actual vacuna frente al COVID-19, que actúa introduciendo una señal (proteína del virus microscópica no activa por sí sola) a la célula, para que actúe generando anticuerpos y luego sea destruida.
Esta proteína no entra en el núcleo de la célula huésped, por lo que no afecta al código genético, se alberga en el citoplasma celular, mecanismo de acción novedoso, que ya antes de la pandemia se estaba ensayando para otras vacunas y otros usos farmacológicos. Así, el vehículo de entrada son nanopartículas, ya presentes también en cosmética y en otros usos industriales.
Todos los fármacos tienen reacciones adversas, efectos secundarios e incluso han producido en ocasiones efectos letales (muerte). El riesgo/beneficio inclina la balanza hacia el beneficio que obtenemos, la inmunidad poblacional en el caso que nos ocupa actualmente.
Los efectos catastróficos que está produciendo la pandemia, nos obligan a ser solidarios con el resto de la comunidad y reflexionar sobre los efectos beneficiosos que se alcanzarán con la inmunidad de buena parte de la población.
“Yo no me vacuno” me aprovecho de la inmunidad de los demás y así evito posibles efectos adversos, es una actitud egoísta que no tiene cabida en los tiempos en los que estamos viviendo y con las desgracias que vemos día a día por causa de esta pandemia. Esperamos que esta rapidez en la investigación de vacunas haga ver a los gobiernos la creciente necesidad de invertir en investigación, en letras mayúsculas, para poder evitar una nueva pandemia. VACÚNATE.