Especial COVID-19: La transformación de un laboratorio completo al servicio del diagnóstico del SARS-Cov-2
Microbiología
María del Carmen Gimeno Fernández
COL nº191903468
El servicio de Microbiología del Hospital Universitario de Guadalajara es uno de los que más ha cambiado desde el primer diagnóstico Covid-19 en Guadalajara, el pasado 29 de febrero. Entonces, las muestras de los pacientes sospechosos de coronavirus eran enviadas para su análisis al Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda y no había diseñado un protocolo de diagnóstico covid, algo que llegaría después, cuando la Dra. Carmen Gimeno ya se encontraba de baja por coronavirus.
Carmen se contagió trabajando, de la misma manera que les sucedió a muchos compañeros: “Por aquel entonces, no había conciencia de la necesidad de protegerse y fueron muchos los profesionales sanitarios que cayeron enfermos y tuvieron que permanecer aislados en sus domicilios, algo que repercutió en el nivel de saturación de los que permanecían sanos, atendiendo pacientes en el hospital”. En el caso de Carmen, que era asmática, tardó en reconocer que aquella tos seca podía tratarse de un síntoma de Covid-19, algo que confirmó el 14 de marzo.
Ella fue la primera en caer y la también la última en recuperarse en un servicio en el que enfermaron cuatro facultativos de sus seis integrantes y alguno de los técnicos de laboratorio, con lo que la carga de trabajo se multiplicó para las personas permanecían sanas: “se contrató a otra facultativo pero había muchísimo trabajo. Las guardias, que antes de la pandemia eran localizadas, pasaron a ser de presencia física y con las pruebas diagnósticas tuvimos varios problemas: en primer lugar, que no teníamos experiencia, en segundo lugar, se producía constantemente una rotura de stock, no había reactivos para la demanda que había de pruebas. No solo eso, tampoco había pipetas, punta de pipetas, no había material…es más, tampoco teníamos sitio para poder hacerlo, lo que se convertía en un estrés continuo sin capacidad ni material, ni física ni de recursos humanos para poder gestionar la nueva situación.
Nosotros estábamos acostumbrados a hacer determinadas PCR, pero no a que de repente llegasen más de 250 muestras de PCR al día. A ello se unía la escasez de personal técnico preparado para hacer esas técnicas, por lo que se recurrió a la buena voluntad de técnicos, tanto de los técnicos de laboratorio de Microbiología como de otros servicios como Hematología o Anatomía Patológica, formándose un gran equipo de personal técnico, que tuvo que entrenarse rápidamente para empezar a rodar y atender a las nuevas necesidades del laboratorio”. Durante todo este tiempo de adaptación, Carmen se encontraba en casa: “estuve de baja tres semanas y media y se me hizo larguísimo. Yo era muy optimista, pero es cierto que tuve días en los que no podía levantarme de la cama. Cuando ya me encontraba un poco mejor, escuchaba que habían enfermado muchos compañeros del hospital y tenía una sensación de impotencia, incapacidad e incluso sentimiento de culpa por no poder ayudar en una situación tan complicada como la que se estaba viviendo en el hospital”.
Mientras tanto, el servicio se había reinventado como un laboratorio COVID en el que se recibían muestras de Cuenca, de Alcázar de San Juan, además de las de Guadalajara: “hubo que tomar decisiones complicadas muy rápidamente y había protocolos que cambiaban casi a diario. Los compañeros entraban en la guardia sin saber qué iba a suceder, ni cómo iba a ocurrir o si te iban a cambiar el protocolo a lo largo del día” Cuando Carmen volvió, el resto de sus compañeros ya se habían recuperado, por lo que se puso a disposición de aquellos servicios donde se necesitara personal de apoyo y pronto se la requirió en Salud Laboral: “cuando volví, el laboratorio había cambiado completamente, con personal nuevo, nuevos aparatos, técnicas que desconocíamos hasta el momento. El laboratorio se había puesto casi al 100% al servicio del diagnóstico de covid y había muy pocas muestras de otro tipo. Todo era nuevo para mí, no había problemas de personal y entendí que podía ser más útil en otro sitio donde hiciera más falta”. Así que comenzó a ayudar en el servicio de Salud Laboral, para agilizar la incorporación del personal que estaba de baja, al tiempo que continuó con las guardias de Microbiología: “En salud laboral tenían un déficit de personal, había enfermeras de baja y a pesar de que otros servicios prestaron su ayuda, hacía falta más personal. Lo que hice fue hacer pruebas y realizar test rápidos para aligerar la propia consulta. Por la mañana me bajaba a salud laboral con un técnico y a última hora me incorporaba a mi servicio y si estaba de guardia, me incorporaba a la guardia”. Otro problema añadido era que al tratarse de materiales y técnicas nuevas, en ocasiones de nuevos proveedores, había que estar muy atento a los resultados y a su interpretación, reaccionar y cambiar el protocolo de actuación: “teníamos la sensación de que a nivel internacional se estaba produciendo una guerra comercial con el
materia, por lo que en muchas ocasiones era imposible adquirirlo”.
Hoy por hoy, ya todo está mucho más organizado en el hospital y la situación se ha asentado: “sigue habiendo mucha presión en el servicio de Microbiología pero estamos mucho mejor tanto a nivel de personal, como a nivel de aparataje, material, espacio, organización y recursos. No solo tenemos el TMA sino que además tenemos la posibilidad de hacer la PCR tradicional y una PCR de urgencias. El personal está mucho más preparado y tenemos mucha más capacidad de reacción porque ya tienes experiencia y conocimiento que te permite reaccionar mejor ante la adversidad”. Por otro lado, el origen de la presión ha cambiado: ya no hay tantos pacientes graves ingresados y la necesidad de pruebas diagnósticas se ha desplazado a los pacientes que van a someterse a una intervención quirúrgica o procedimientos invasivos: “todas las personas que van a pasar por quirófano deben tener una PCR realizada en las 48-72 horas previas a la intervención. Tenemos mucha presión, porque a veces se estropea una máquina y no tener el resultado de la PCR supone aplazar una intervención”. En lo que se refiere a Atención Primaria las enfermeras de vigilancia epidemiológica hacen un estudio de contactos de los posibles casos, que también deben ser estudiados a través de PCR, por lo que la llegada de muestras al laboratorio para su posterior análisis es constante.
De todo esto, la Dra. Gimeno se queda con el valor del trabajo en equipo y con la necesidad de que la Sanidad Pública se prepare a nivel básico “sin estar improvisando” y sobre todo, que prime la protección de los sanitarios y la concienciación de la población para que, entre todos, estemos preparados para situaciones como estas que puedan producirse en el futuro.